1. La abuela
Le encantaba ir en coche, y a mi me encantaba llevarla. A veces, ya llegando a donde quiera que fuese que íbamos, me decía; "¿y si seguimos hasta que se nos gasten las ruedas?".
Yo solía mirarla de soslayo
mientras conducía, le preguntaba cosas, me embelesaba en su cara angulosa y en
sus historias. El tiempo y el viaje se me pasaban volando. Desde su asiento de
copiloto ella miraba por la ventana, preguntaba acerca de los paisajes,
bromeaba sobre lo de abandonar a viejos en las gasolineras y contaba cosas,
muchas cosas, todas las que solía callar el resto del tiempo.
Puede ser que fuera en invierno
aquel viaje. Puede, si, porque recuerdo que era la primera vez que íbamos en el
coche nuevo, los asientos eran calefactables y se alborotó como una cría al
notar el calor cuando encendí el suyo. A los cinco minutos, muy típico en ella,
se cansó y me pidió que lo apagase porque "se jahogaba". Mi abuela
tenía más de setenta años por entonces, pero seguía siendo una niña.
Así que debió ser el calor porque
entonces empezó a contarme sobre todos los amantes que había tenido. Sobre los
novios en los pueblos pequeños y escondidos, sobre como concibió su primer hijo
en una silla, a horcajadas de su amante, ese que le incendió la fama cuando la
abandonó porque estaba embarazada. Sobre cómo después conoció al abuelo, que
les quiso a los dos por lo menos al
principio, antes del alcohol y las palizas. Sobre como tuvo otros cinco hijos
con él y ya no hubo más hombres, ni más amantes, ni más amor, ni más vida.
Mi abuela planeaba por esas
historias como quien lee una Biblia, desapasionadamente, y yo escuchaba
fascinada el modo en que había caminado los años con esfuerzo, lágrimas y
zapatos rotos. Y, mientras ella se desgranaba en palabras, yo aspiraba el aire
para llenarme de su olor y, a ratos, le acariciaba la mano que descansaba en su
regazo. Entonces notaba sus huesos frágiles y largos, me retorcía de tanta
ternura sobrevenida y retiraba la caricia antes de que fuese demasiado tarde y
tuviese que decirle otra vez que la adoraba, que viajar con ella era la mejor
manera de viajar que iba a conocer en mi vida, que nada ni nadie serían mejor
compañía que su voz y su risa en el asiento de al lado.
Pocos años después murió en un
hospital. Se cayó al levantarse de la cama, se rompió la cadera y, ya sabes lo
que les pasa a los viejos, que una cosa les lleva a la otra y se acaban.
El día que murió yo estaba a su
lado, claro, tenía su mano entre las mías y se estaba apagando. Ella ya no
podía hablar, así que le fui contando esta historia mientras se iba, creía de verdad
que me escuchaba, y quise recordarle que hubo una vez cualquiera que viajábamos
en coche y, llegando a casa, planeamos seguir en la carretera para siempre;
hasta que se nos gastasen las ruedas.
Y ahí seguimos. Abuela.
Una bonita historia, llena de ternura.
ResponderEliminarY seguir hasta que se gasten las ruedas..... una buena perspectiva.
Gracias por tus palabras en mi blog.
Un beso
Gracias a ti por visitarme, me encantó leerte. Te sigo :)
EliminarEs un bonito relato, te felicito.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias por tus palabras, Rafael. Saludos para ti.
EliminarQue linda historia. Los abuelos nos colman la vida con sus cuentos de tiempos y pueblos que no conocimos y que ellos saben contar. Le has dado a tu relato tanta vida, que viaje con ustedes, hasta que se gastaron las ruedas.
ResponderEliminarHa sido un placer leerte.
mariarosa
Esa es un poco la intención que todos ponemos al escribir, llevarnos a los lectores de viaje, aunque sea un viaje corto, pero llevarles con nosotros al fin y al cabo, y que disfruten el paisaje :)
EliminarEl placer fue para mi conocer tu espacio, mariarosa. Gracias por venir.
Una preciosa y enternecedora historia entre una abuela y su nieta, llena de amor y de un sentimiento profundo. Hoy día, por desgracia hacen falta muchas de estas historias.
ResponderEliminarHa sido todo un placer leerte.
Gracias por pasar por mi blog y dejar tu comentario, es un placer.
Un abrazo y te deseo buen fin de semana.
Creo que todos tenemos historias similares guardadas en algún rincón de nuestro corazón, los abuelos viven en esos espacios para siempre :)
EliminarGracias a ti por devolverme la visita, fuiste un descubrimiento ayer y pienso repetir lectura, me encanta como lo haces.
Feliz fin de semana.
Me encantó eso de seguir hasta que se gasten las ruedas,pura ternura,gracias por tu visita,cariños.
ResponderEliminarLa abuela era tal cual lo has descrito tú, pura ternura :)
EliminarGracias a ti por venir, espero que nos sigamos encontrando.
Me ha gustado mucho tu historia de confesión entre las dos mujeres. Me ha encantado leerte.
ResponderEliminarUn abrazo y buen fin de semana.
Gracias, Rocío. Hay mucho de sororidad en este texto, de una sororidad implícita y casi secreta, de esa que se daba antes de que muchas supiesen (supiésemos) ni tan siquiera lo que era. Tú has captado a la perfección ese matiz, no solo eres una buena escritora sino que además lees con una atención inusitada.
EliminarHasta pronto.
Extraordinario y enriquecedor relato para nuestra vida en general.
ResponderEliminarGracias por pasar por mi morada y dejar tu impronta para de esta manera seguir leyéndonos mutuamente. Todo un placer, Mnc.
Abrazos y feliz sábado !!!
Un placer para mi. Gracias a ti por devolver la visita. Volveremos a leernos, sin duda :)
EliminarSeguramente seguirás viajando con ella, con sus historias de vida. Porque son esos lazos de amor que siempre te abrazaran.
ResponderEliminarMuy emotivo.
Un abrazo
Siempre, hay recuerdos y aprendizajes que no nos abandonan jamás. Gracias por tu visita :)
EliminarNo he podido contener las lágrimas al final de tu relato.. ni las tímidas sonrisas al inicio de éste.
ResponderEliminarHa sido sencillamente precioso.
Muchísimas gracias por compartirlo! Un beso muy muy grande, un placer descubrir este lugar tan especial!
Gracias a ti por tus palabras. Me alegra saber que te ha conmovido, en cierta manera es lo que todos buscamos cuando escribimos. Gracias por pasarte por aquí y por tu amabilidad.
EliminarQue bonita historia, me has hecho recordar a mi abuela (aunque ella no me contaba de sus amantes porque solo tuvo uno) que le dio 8 hijos. Mi abuelo fue un buen amante por lo que parece.... �� Un placer visitarte. Saludos.
ResponderEliminarEn cierto modo este tipo de recuerdos son universales, las abuelas lo son. Ellas pertenecen a un tipo de humanos interconectados con todo y con todos, sin saberlo, sin ser conscientes de ese superpoder, de esa omnipresencia cuya huella es indeleble... Quizás es mejor que no lo sepan, que mantengamos el secreto... podrían hacer uso de el ;)
EliminarUna tierna historia. La gente mayor, tiene historias que contar, aqui en el relato la abuela encontró a quien contarle su vida. Un placer leerte. Saludos.
ResponderEliminarCierto, ellos tienen la mayor parte de las historias :) Ojalá poder haber disfrutado de más tiempo junto a mis abuelos para que me contasen más cosas, para guardar su memoria para siempre... Gracias por pasarte por aquí.
EliminarQué preciosidad de relato! Un placer leerte.
ResponderEliminarBesotes!!!
Muchísimas gracias por tu comentario, por tu visita y por tu amabilidad. Nos seguimos leyendo.
EliminarHermoso relato.
ResponderEliminarAbrazo
Hola, Mnc
ResponderEliminarMe encantó lo que has escrito, los detalles y la calidez. Te ha quedado precioso. Una bella y sublime historia, como en los cuentos de hadas.
Saluditos
Hola Mnc, he seguido tu huella que me ha traído hasta tu blog. Hermosa entrada nos regalas. Las vivencias junto a nuestros abuelos son imborrables, permanecerán por siempre en nuestro corazón. Estoy segura de que tu abuela te cuida y acompaña desde donde quiera que esté. Un cariñoso abrazo para ti.
ResponderEliminarUn relato muy sentido y bello.
ResponderEliminarAbrazo